martes, 26 de junio de 2012


LEAN MANAGEMENT EN SECTORES ESPECÍFICOS:
MÁS ALLÁ DE LA REDUCCIÓN DE LOTES
Mercedes García Durán. Ingeniero Industrial.
Responsable de Grupo de Investigación de la Universidad de Sevilla
Dpto. de Ingeniería Mecánica y de los Materiales. Escuela Superior de Ingenieros.


    El término “Lean Manufacturing” se utiliza como producción esbelta, es decir, producir con el mínimo uso de recursos posibles, eso sí, con unos niveles de calidad garantizados y en los plazos de tiempo especificados por el cliente. El “Lean Management” surge como una extensión de lo anterior, para dar cobertura a todos los sectores de la empresa, más allá de los procesos meramente productivos. 
  
  Desde que nuestro grupo de investigación inició sus trabajos basados en la metodología Lean Management, en todas las jornadas técnicas, sesiones formativas y reuniones con clientes que hemos celebrado, surge la misma pregunta: ¿es aplicable Lean a mi empresa? A lo cual respondemos indefectiblemente que sí, y lo justificamos en la eliminación de actividades sin valor se puede realizar en cualquier empresa, sea cual sea su sector.

   No obstante, a renglón seguido, se comienza a hablar de modificar la distribución en planta, de reducción de lotes, de estandarización, de ritmo de producción, etc., y sobre las cabezas de todos se ven planear las siguientes ideas:

o   Mi empresa no fabrica
o   Mi empresa es especial, no se puede aplicar esto
o   Mi producción es bajo pedido
o   Mis procesos son muy complejos
o   Cada uno de mis pedidos es un mundo, no se puede estandarizar ni parametrizar nada

       De lo que se suele concluir, en el mejor de los casos, que Lean puede ser de utilidad solo con alguna de las técnicas que suele incorporar y que conseguirá mejorar únicamente algunos aspectos muy concretos. No es poco, pero, si nos quedamos con esta visión parcial, estaremos desaprovechando un gran potencial de mejora.

    A todos nos parecen complejas y especiales nuestras empresas, y, ciertamente, lo son, pero, precisamente porque cada empresario o responsable es consciente de tales particularidades, puede aplicar con éxito la metodología de mejora global que estamos considerando. Intentar copiar lo que ha funcionado en otras empresas, sin conocimiento profundo de las características de la empresa, nos conducirá, con muy alta probabilidad, a un fracaso.

      Como exponemos siempre en nuestras sesiones, cualquier proyecto que implantación Lean, que pretenda ser tal, se debe realizar a partir de datos y medidas que permitan un conocimiento en profundidad de los procesos. Identificar los procesos, e incluso, los equipos y los productos, no será una tarea trivial en algunas empresas, como ya hemos mencionado.

         Pero, si estamos interesados en aumentar realmente la productividad en nuestras empresas, debemos abandonar nuestra visión actual de la empresa y esforzarnos por hacer un enfoque radicalmente distinto, puesto que si seguimos haciendo las cosas de la misma forma, seguiremos consiguiendo los mismos resultados. Ya decía Albert Einstein que “locura es hacer lo mismo una y otra vez esperando resultados distintos”

           Preguntarnos a estas alturas cuál es nuestro producto puede parecer excesivo, pero, en un contexto de aplicación de Lean Management, es importante identificar como producto el bien o servicio que el cliente solicita y paga, con todas las características y elementos adicionales que éste valora. Los aspectos que superen lo que el cliente quiere son superfluos y no esenciales al mismo.

         
         En un servicio de reparación de automóviles, por ejemplo, el producto, según la perspectiva del cliente, puede ser todo un conjunto de servicios: la recogida, la reparación correctamente realizada, la tramitación con el seguro, la limpieza posterior del coche y su entrega a domicilio. También podría serlo únicamente la reparación en sí misma, pero con carácter urgente. De hecho, podría interpretarse que éstos son dos productos distintos de la misma empresa.

        En una empresa que realiza instalaciones industriales, por citar un sector bien distinto del anterior, también son posibles varias definiciones del producto, según las distintas áreas de la empresa. Así puede entenderse como producto la emisión de una oferta de la instalación clara, detallada, rápida y bien definida técnicamente. También puede ser producto de estas empresas el servicio de mantenimiento de una instalación o las reparaciones puntuales sobre la misma.

         En cada caso, la identificación de los productos debe hacerse, por lo tanto, desde la perspectiva del cliente y no a partir de características internas de la empresa, como qué se produce en una línea, cuál es el objeto de las ofertas, etc.

         Al igual que el producto, los equipos son otro pilar de la empresa y deben ser los idóneos para las funciones que realizan. Para cubrir el amplio abanico que ofrecen los sectores empresariales, podemos definir los equipos como aquellos recursos propios de la empresa que intervienen en la obtención de los productos que se hayan definido como tales con anterioridad. De esta forma, serían equipos tanto la maquinaria como los trabajadores, según los casos, y cuando se hable, por ejemplo, de plan de mantenimiento de equipos, se debe interpretar literalmente si lo aplicamos a máquinas o en un sentido más amplio (formación, entrenamiento, reciclaje, etc.) si se trata de recursos humanos.

            Una vez definido el producto y analizados los equipos, restaría identificar los procesos.

        En muchas empresas podemos tener una primera impresión de que existe excesiva diversidad de situaciones. 

           Además de las mencionadas, encontrarán esta dificultad las empresas de construcción, las de alquiler de vehículos o maquinaria, las de fabricación de prototipos, las de diseño, etc. Reducir el funcionamiento de estas empresas a patrones que se repitan no es inmediato, no obstante, si se han definido correctamente los productos, según la perspectiva del cliente mencionada, la tarea se simplifica y se tratará de observar el flujo del producto desde que el cliente lo solicita hasta que se le entrega.

        La tarea de observación debe ser minuciosa y completa, y cubrir un periodo de tiempo tal que nos permita detectar patrones entre las tareas a realizar. Por seguir con los ejemplos anteriores, en los talleres de reparación de vehículos, nos enfrentaremos a diversos modelos, con distintas averías, de distinta severidad e incluso a plazos de entrega dispares. En las empresas de alquiler serán características la imprevisibilidad de la demanda y la incertidumbre acerca del estado en que se devuelven. Sin embargo, tras el seguimiento oportuno, podríamos establecer distintos procesos (reparaciones complejas, reparaciones a realizar en el exterior, las urgentes, etc.) en los que sí podrían estandarizarse las tareas.


Ejemplos de distintos procesos en un taller de chapa y pintura


       Para completar los planteamientos anteriores, deberíamos hacer un recuento de los diversos y múltiples despilfarros que probablemente puedan identificarse en empresas de características especiales, como en todas.

-          Sobreproducción:
        Revistas, catálogos que nadie llega a leer
                                Informes que no se llegan a usar

-          Sobreprocesamiento:
       Proceso administrativo asociado farragoso
               Prestación inadecuada y costosa de un servicio de reparación

-          Stock
                                Estancias innecesarias de pacientes en hospital
                               Almacén con material de construcción para varios años
                               Almacén de repuestos mal gestionado

-          Transportes
                                  Procesos con desplazamientos entre departamentos no necesarios
                                 Movimientos innecesarios de las máquinas o vehículos dentro del taller o garaje

-          Movimientos
                               Grandes desplazamientos de operarios
                               Viajes profesionales con poco o ningún rendimiento efectivo
                               Notificaciones de reuniones y eventos que ya han tenido lugar

-          Esperas
                                Para recibir la atención de un empleado
                                Persona de atención al público, sin público
                               Para retirar un vehículo
                               Para retirar llave de una obra

-          Falta de calidad
                             Contrato u oferta que requiere modificaciones o con insuficiente detalle
                             Alquilar maquinaria con avería
                              Reparación defectuosa
                             Tratamiento erróneo de un paciente
                             Uso de calidades no deseadas

        La excepcionalidad y la originalidad de una empresa son un aspecto positivo, ya que actúa como elemento diferenciador dentro del mercado, pero no debe ser una limitación a la hora de mejorar la empresa o aumentar sus beneficios. No deberíamos privarnos, por tanto, de aprovechar metodologías solventes que, como Lean Managemet, nos ofrecen vías para hacerlo con éxito.





Mercedes García Durán. Ingeniero Industrial
Responsable de Grupo de Investigación de la Universidad de Sevilla
Dpto. de Ingeniería Mecánica y de los Materiales. Escuela Superior de Ingenieros.
Avda. de los Descubrimientos s/n. Isla de la Cartuja
41092 Sevilla
Tlf. 954 48 64 89
e-mail: merche@us.es
www.eficalingenieria.es

lunes, 25 de junio de 2012


LA IMPORTANCIA DE LA FORMACIÓN EN LA MEJORA DE LA PRODUCTIVIDAD

En la sociedad actual existe una necesidad acuciante de hacer las cosas de otra forma. El mercado demanda calidad, flexibilidad y actualización continua en productos y servicios, y, por otro lado, la situación financiera requiere trabajar con los menores costes posibles. De la intersección de ambos paradigmas se deduce que esa otra forma de hacer las cosas ha de ser, necesariamente, la mejor forma posible de hacerlas y la más eficiente.
En este marco, la mejora de la productividad se convierte en un pilar básico de todas las estrategias empresariales. De hecho, para que una organización llegue a ser verdaderamente eficiente, el aumento de la productividad debe extenderse a todos los ámbitos de la misma. No es suficiente con contar con procesos optimizados en calidad y coste, sino que habrá que atender a la gestión, el transporte, la atención al cliente, los almacenes, y en general todos los recursos de la empresa, hasta obtener de ellos su máximo grado de competitividad.
Si esto es así, los recursos humanos no son la excepción, al contrario. El factor humano es un activo indispensable para la obtención del producto o la prestación del servicio y que condiciona el éxito o fracaso de los proyectos de mejora, ya que es el responsable de las decisiones que, a todos los niveles, han de tomarse.
Una estrategia empresarial que pretenda mejorar la productividad de la empresa no puede, por tanto, dejar al margen al personal de la misma.
La productividad de un grupo humano se aumenta mediante la formación, el entrenamiento, la motivación y la dotación de herramientas adecuadas para las funciones que realizan. Y, cuando hablamos de herramientas, no debemos pensar solo en utensilios y aplicaciones informáticas, sino en todo lo que crea un marco para el desempeño del trabajo en condiciones óptimas. Así pues, habrá que incluir entre las mismas las técnicas que permitan a las personar organizarse de forma óptima y gestionar sus ocupaciones de forma eficiente y sin estrés.
El plan de formación de la empresa debiera diseñarse, como todos los proyectos, a partir del resultado que se quiere conseguir, y si este es, como venimos suponiendo, la mejora de la productividad y el rendimiento global de la empresa, no debería obviar:


  • Fundamentos de mejora de la productividad mediante la metodología Lean Management y sus pautas prácticas de implantación en empresas e instituciones.

La metodología Lean Management (gestión esbelta) ha probado sobradamente su eficacia en organizaciones de muy diferentes tipos y tamaños, a lo largo de todo el mundo, aportando espectaculares resultados en cuanto a mejoras de productividad, reducción de plazos de entrega y necesidades de espacio necesarias, sin precisar inversiones iniciales.
  • Herramientas para el control de procesos.

La implantación de un sistema Lean Management puede simplificarse como “Medir y mejorar”. Por ello, las organizaciones que pretendan ser eficientes deben controlar de forma constante su productividad, sus índices de calidad, sus tiempos de proceso, etc. Todos estos parámetros han de ser, por tanto, correctamente definidos y evaluados con técnicas adecuadas y fiables, como punto de apoyo para la metodología Lean.
  • Métodos para la gestión eficiente del tiempo y de la productividad personal, basados en los principios GTD.

El método GTD es un auténtico “Lean Mental” que elimina despilfarros en la gestión personal del tiempo, tanto en pérdida de tiempo en gestiones innecesarias o por falta de rumbo, como de estrés y confusión que merman nuestra productividad. Para ello emplea técnicas simples, pero fiables, muy fáciles de aplicar y mantener, y que, además, aportan un notable grado de autocontrol y motivación a las personas en todas las tareas que emprenden.

Mercedes García Durán. Ingeniero Industrial
Responsable de Grupo de Investigación de la Universidad de Sevilla
Dpto. de Ingeniería Mecánica y de los Materiales. Escuela Superior de Ingenieros.
Avda. de los Descubrimientos s/n. Isla de la Cartuja
41092 Sevilla
e-mail: mercedes@eficalingenieria.es
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miércoles, 20 de junio de 2012


¿Por qué lo llaman productividad cuando quieren decir “¡le vendo a mi abuela!”?

Hoy en día, vender es muy difícil. Quizá por ello, para intentarlo, ya no se utiliza como argumento ni la calidad ni el precio. Se recurre a supuestos beneficios a más largo plazo: lo que le presentan no es solo bueno en sí mismo, sino que conseguirá mejorar todo lo demás que ya posee. Es cuando surge la frase mágica: “el programa, el producto, el servicio o el curso que le ofrecemos mejora la productividad”. Ese fin, desde luego, es muy deseable, y, por ello, merece un poco de atención. Es muy posible que detrás de esa pretendida productividad se escondan las cosas más dispares e incluso disparatadas: creación de páginas web, ventas por correo electrónico, referencias a normas ISO, sistemas ERP y un largo y variado etcétera.
Según el diccionario de la RAE, productividad es la relación entre lo producido y los medios empleados, como mano de obra, materiales, energía, etc. Así pues, para aumentar la productividad no cabe más que:

     1.- Aumentar la producción, sin aumentar los costes empleados para obtenerla
     2.- Reducir los costes, sin reducir la producción
     3.- Aumentar la producción y reducir los costes

¿Puede conseguir esto una página web, la venta por internet o una norma ISO? ¿Puede un software comercial, por sofisticado y vistoso que sea, resolver las ineficiencias concretas de una empresa? ¿A partir de qué datos de entrada? … Sí permiten aumentar las ventas del proveedor, pero ni tan siquiera mejoran la productividad de éste.
La observación, combinada con la reflexión y el trabajo al pie de los procesos es una vía menos espectacular, pero mucho más real, efectiva y eficiente para lograr la mejora de la productividad. Apueste por aplicar criterios lógicos, no por productos milagro.



Mercedes García Durán. Ingeniero Industrial
Responsable de Grupo de Investigación de la Universidad de Sevilla
Dpto. de Ingeniería Mecánica y de los Materiales. Escuela Superior de Ingenieros.
Avda. de los Descubrimientos s/n. Isla de la Cartuja
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¿CUÁNDO PERDIERON SU VALOR LOS SISTEMAS DE CALIDAD?
                                               Mercedes García Durán. Ingeniero Industrial. 
                                      Responsable de Grupo de Investigación de la Universidad de Sevilla
                        Dpto. de Ingeniería Mecánica y de los Materiales. Escuela Superior de Ingenieros.

Hace algunos años muchas empresas y organizaciones implantaron sistemas de calidad, como elemento de distinción frente a la competencia, entendiendo que aportaba valor a sus productos y servicios.
Además, en algunas de estas empresas, aunque no en todas, se creyó que los sistemas adoptados eran una herramienta para mejorar su forma de trabajo y establecieron un compromiso para funcionar conforme a ellos y sus principios.
En estas circunstancias empezaron a proliferar organizaciones para verificar el cumplimiento de los requisitos de las normas de calidad y otorgar reconocimiento de tal cumplimiento, mediante el correspondiente certificado. Empezó a ser famoso el perseguido “sello” de calidad.

En los últimos tiempos el número de entidades de certificación ha crecido considerablemente y también el nivel de competencia entre ellas. Pero además, es bien sabido que al amparo de estas entidades también ha germinado un grupo importante de consultoras asociadas, que asesoran durante el proceso de implantación de los sistemas de calidad, de forma no del todo independiente de la empresa certificadora.

En esta situación, con un mercado limitado y una oferta creciente, la competencia casi podría calificarse de feroz, de suerte que la relación entre las empresas que desean certificar su sistema y la entidad que las audita, se ha convertido en una relación clientelar, y prácticamente en un paso por caja.

La certificación hoy en día es cara, pero de escasa exigencia. En muchas ocasiones, los requisitos se relajan, sobre todo los relacionados con control de calidad del producto, y se presta atención casi exclusivamente a aspectos formales (firmas, fechas, etc.), que tras un determinado número de intentos cualquier empresa puede llegar a cumplir.
Como consecuencia inevitable, todo el esquema ha caído en el descrédito y los servicios de consultoría han sufrido un notable desprestigio. El término calidad ha perdido su connotación positiva, para pasar a ser sinónimo de burocracia, papeleo y poca eficiencia. Hoy en día casi nadie implantará un sistema de calidad por voluntad propia y creyendo que realmente hace una apuesta por la calidad en su más estricto sentido.

Es más, las empresas que realmente están interesadas con aportar valor a sus productos han emprendido otras vías, como trabajar con principios de Lean Manufacturing, sistemas TPM, etc.
Pero, ¿tiene esto que ser necesariamente así?, ¿los sistemas de calidad implantados no tienen ninguna utilidad?, ¿son incompatibles con las filosofías de optimización de la producción?, y lo que es más importante, ¿qué se puede hacer para obtener beneficios reales al trabajar con un sistema de calidad y enfocarlo a la mejora y optimización de la producción o la empresa?

Para poder responder a estas preguntas debemos identificar cuáles son las principales deficiencias de los sistemas actuales. Entre ellos cabría citar:

ü  Muchos sistemas de calidad no responden realmente a la forma de trabajo y las características de la empresa en que se implantan, o bien responden a una idealización de la empresa y son demasiado complejos, extensos o ambiciosos, o bien responden a un manual de calidad elaborado mediante corta y pega.

ü  La trazabilidad se asegura o controla de forma ineficiente, sin acotar parcelas de responsabilidad. Así se llega a situaciones, en el sector aeronáutico principalmente, en las que el volumen de la documentación generada puede llegar a supera en varias veces el del producto.

ü  Se ha olvidado el control eficiente de la calidad del producto. Los esfuerzos y el dinero se invierten en control de documentos, perseguir al cliente para que rellene encuestas y en generar registros ficticios antes de las auditorías, etc.

Los aspectos mencionados implican la realización de actividades que tienen un coste, como todas, pero que no aportan valor al producto, por lo que el cliente no pagará por ellas, y además, son evitables, por lo que podemos calificarlas directamente como despilfarros.

Sin embargo, no debe entenderse la búsqueda de la calidad como algo negativo. Es evidente que no puede serlo. Incurrir en fallos de calidad implica pérdidas severas para la empresa, en términos económicos y en términos de prestigio, fiabilidad y cuota de mercado. Así pues, el despilfarro no es el aseguramiento de la calidad, sino la gestión deficiente que en ocasiones se hace de ella.

La gestión de la calidad debería ser reestructurada de una forma meditada, entendiéndola como un proceso más, que debe aportar valor al producto o servicio y buscar la satisfacción del cliente.

El objetivo de un sistema de calidad debe estar alineado con el de la empresa: ganar dinero, a lo que contribuirá enfocando sus trabajos a entregar al cliente exactamente el producto o servicio que desea, y por el que estará dispuesto a pagar. Con este objetivo en el punto de mira, algunas prácticas actuales resultan curiosas. Los recursos empleados en la realización de encuestas a clientes, tras la realización de los trabajos, serían más útiles en la investigación previa de qué características tiene el producto que desea.

El cliente difícilmente valorará más un producto únicamente porque el proveedor disponga de determinado certificado, si esto no se ve traducido en la calidad real de lo adquirido. Un producto de calidad es, para el cliente, el que es correcto técnicamente y además se ajusta a sus necesidades y deseos. Esto es lo que el cliente paga y, por tanto, reportará beneficios a la organización.

Conseguir este esquema de funcionamiento no es complicado, requiere únicamente reflexión y convencimiento. A partir de esos principios, se trata de integrar el control de calidad en cada uno de los procesos, realizando controles de calidad tras cada operación, para detectar los fallos cuando suceden, o incluso prescindiendo de los controles al diseñar las operaciones a prueba de fallo. Los recursos asignados a calidad, que hasta ahora se han estado destinando, en buena parte, a trámites, se orientarán al diseño de procesos robustos y eficientes.

La gestión de la calidad eficiente debe basarse en la estandarización de prácticas y procesos, una vez que han sido mejorados y optimizados hasta asegurar que producen lo que el cliente desea y paga, cuándo lo desea, sin incurrir en actividades sin valor y con el nivel de calidad asegurado a la primera.

Pese a todo lo expuesto, no se debe caer en el desánimo y pensar que todo lo invertido en los actuales sistemas de gestión de la calidad no sirve, al fin y a la postre, para nada. Muchos de los aspectos considerados en los sistemas de gestión tradicionales, pueden ser de enorme utilidad para la mejora de la productividad en la empresa, si se les da un cambio de enfoque.

·         Los procedimientos de trabajo deben ser instrucciones simples que recojan la forma óptima de actuar. Es decir, ser pautas estandarizadas que reflejen las actividades a realizar, una vez que se han eliminado despilfarros y actividades sin valor. Incorporarán los controles sobre el producto que se deban realizar y los datos de los tiempos en que deban realizarse. Serán escuetos y fáciles de entender, puesto que su fin es asegurar que se realicen las tareas de la forma óptima y no ocupar espacio en carpetas y estanterías y ser leídos únicamente el día de la auditoría.

·         El sistema de difusión, control y actualización de procedimientos será ágil y sencillo, para lo que se utilizará la tecnología adecuada. Se debe huir de la burocracia y el papeleo, despilfarros evidentes.

·         Los “informes de no conformidad” y “acciones correctivas y preventivas” deben pasar a ser un elemento básico para la resolución real de los problemas desde su causa. Se centrarán, por tanto, en los problemas que afectan al producto, su calidad y el cumplimiento de las especificaciones del cliente, y no en aspectos formales o de documentación del sistema. Es fundamental que los problemas se hagan palpables y se analicen en profundidad, con las técnicas adecuadas, para garantizar que no se repitan. El fin de las no conformidades y acciones correctivas es únicamente resolver los problemas y garantizar que no se repitan. Esto es mucho más importante que el informe en sí o su tratamiento.

·         Se debe evolucionar hacia una auditoría continua de funcionamiento y no a inspecciones puntuales. Las auditorías internas, tal como se vienen realizando, consumen gran cantidad de tiempo, para la realización de la misma y para su preparación previa. El resultado de las mismas es una evaluación parcial y puntual del funcionamiento de la organización. El balance coste - beneficio no es por tanto favorable. Todo este esquema es fácilmente mejorable mediante la definición de unos indicadores que nos den la información que necesitamos acerca de la evolución de la empresa. La adecuada selección de tales indicadores será pues de elevada importancia. Algunos de los indicadores utilizados en ocasiones dan información de escasa utilidad (nº de no conformidades detectadas en control de la documentación, índice medio de satisfacción del cliente, nº de equipos que incumplen el plan de mantenimiento, etc.), pero pueden establecerse otros de carácter bien distinto: nivel de calidad (porcentaje de productos con defectos frente al total de la producción), productividad, rendimiento de las máquinas (tiempo en el que operan correctamente frente al tiempo de funcionamiento), nivel de stock, tiempo total de entrega de los pedidos, etc. Si el sistema de indicadores se desarrolla correctamente, puede hacerse un seguimiento diario de los mismos, en reuniones de 15 minutos, sin preparación o maquillajes previos. Ahora no se persigue obtener buenos valores de los indicadores, si no que informen de aspectos importantes y detecten los problemas para proceder a su resolución. El balance entre el tiempo invertido y la relevancia-vigencia de la información obtenida aumenta de forma notable.

·         La trazabilidad es importante para identificar los procesos y equipos o personas por los que ha pasado un determinado producto, pero si los procesos están convenientemente estandarizados los registros que la evidencian pueden y deben reducirse. Además, el sistema de revisión de actividades (normalmente realizado mediante firmas) debe replantearse y estructurarse en un esquema de responsabilidades delimitadas. Supervisar una tarea requiere una cualificación y es un aspecto remunerado porque conlleva una responsabilidad. Cada supervisión asume la responsabilidad de las anteriores, así, una verificación que adjunta una serie de firmas sucesivas es innecesaria e ineficiente.



Vemos que los sistemas de gestión de la calidad sí son útiles y beneficiosos en nuestras organizaciones, pero, para que esto sea así, deben enfocarse  a la obtención de beneficios mediante la satisfacción del cliente. Esto se consigue realizando de forma continuada las actividades de forma óptima, sin despilfarros y por lo tanto con la calidad del producto asegurada a la primera. No se trata pues de desechar los sistemas de gestión de la calidad, sino de darles un enfoque más adecuado y rentable.


Mercedes García Durán. Ingeniero Industrial
Responsable de Grupo de Investigación de la Universidad de Sevilla
Dpto. de Ingeniería Mecánica y de los Materiales. Escuela Superior de Ingenieros.
Avda. de los Descubrimientos s/n. Isla de la Cartuja
41092 Sevilla
e-mail: mercedes@eficalingenieria.es
www.eficalingenieria.es

              ¿ Operar en Flujo o por Lotes ?


lunes, 18 de junio de 2012

Mecanizar, medir y mejorar: eficiencia y calidad (Empresas de Mecanizado)


Las empresas de mecanizado están atravesando una situación difícil, en la que se encuentran condicionadas por la falta de liquidez, escasos márgenes de venta, precios fijados por el cliente en niveles muy bajos, dificultad para encontrar nuevos clientes, etc. A todos nos gustaría saber cómo romper esta dinámica. Una respuesta habitual es la de invertir en innovación, y es una buena respuesta, pero la ‘china en el zapato’ es precisamente ‘la inversión económica’. Una forma de salvar este escollo es dar otro enfoque a la innovación e invertir no tanto dinero como esfuerzo y reflexión.

Mercedes García Durán, departamento de Ingeniería Mecánica y de los Materiales.Escuela Superior de Ingenieros de Sevilla

¿Qué nos sugiere la idea de aumentar la productividad y reducir costes? Pensémoslo bien, significaría producir más barato, con lo que podríamos bajar los precios, sin comprar equipos nuevos y sin aumentar la mano de obra. Cuanto menos, parece deseable. Pero, además, estaríamos reduciendo costes. Parte del ahorro conseguido puede dedicarse a financiar la mejora y la innovación, que ahora nos estaría saliendo gratis. Este planteamiento nos llevaría a una mejora continua, porque al invertir, por ejemplo, en dispositivos que hagan más ágiles los cambios de herramientas, conseguimos de nuevo aumentar la productividad y volver al inicio del ciclo del ahorro.
Esto parece claro, pero ¿cómo puede conseguir un taller de mecanizado ese aumento de productividad inicial? Los excelentes resultados obtenidos en empresas del sector aconsejan aplicar la metodología Lean Manufacturing.
El aspecto clave es pensar qué es lo que nuestros clientes entienden por valor de los productos que les ofrecemos y eliminar todas aquellas tareas que no aportan valor en nuestros procesos. En general, nuestros clientes valoran las piezas de alta calidad (mecanizadas con las tolerancias especificadas, con buen acabado, etc.) y entregadas en plazo. Pocas cosas más tienen importancia para él. Así que debemos eliminar transportes innecesarios, retrabajos y sobre todo, tiempos de espera entre operaciones. Este punto es clave. Aunque nuestro taller funcione aparentemente a buen ritmo, un estudio más profundo de la distribución de tiempos puede deparar resultados sorprendentes, siendo frecuente encontrar procesos de mecanizado en los que el tiempo total de espera de las piezas entre las distintas operaciones llega al 80% del tiempo total de operación. Es imprescindible, por tanto, medir y analizar los tiempos de todas las operaciones y de todas las esperas.
Las esperas son obstáculos que deben eliminarse o reducirse hasta conseguir un flujo continuo.
Para conseguir nuestro objetivo de eliminar esperas dispondremos de las siguientes herramientas:
Reducir el volumen de piezas que transferimos de una operación a otra. Si trabajamos con paquetes pequeños las colas serán pequeñas y los tiempos de espera también, se evitan los cuellos de botella.

Reducir el tamaño del lote que mecanizamos. Si producimos lotes grandes corremos el riesgo de incurrir en mayores pérdidas si el cliente cambia sus especificaciones y tenemos inventarios altos de productos intermedios o finales. Habrá que optimizar el tamaño del lote, teniendo en cuenta los tiempos de cambios de herramientas.
Redistribuir la secuencia de operaciones en la medida de lo posible, mejorando y distribuyendo las operaciones más lentas para reducir los tiempos de espera y los cuellos de botella.
Trabajar al ritmo óptimo. Contrariamente a lo que cabría pensar, el ritmo de producción idóneo no es el más alto que podamos conseguir, sino aquel que nos permite satisfacer la demanda. Si nuestra demanda es de 100 piezas al día y nuestra jornada de 8 horas (480 minutos), fabricaremos de forma continua un producto cada 4,5 minutos, con lo que obtendremos 106 piezas, por si alguna sale defectuosa.
Mecanizar más rápido de lo que el cliente solicita implica sobreproducción y, entre otros, gastos de almacén. Además, si se fija la atención en que cada operación se realice lo más rápido posible se hará probablemente a costa de penalizar la calidad e incurrir en costes de retrabajo de piezas. Lo adecuado es, por el contrario, mecanizar cada pieza en un tiempo que satisfaga la demanda, es el ‘tack-time’. Habrá que poner mucho cuidado en su correcto cálculo y en mantener el tiempo de cada operación por debajo de ese valor.

Nivelar el tiempo de ocupación de operarios para conseguir un flujo de piezas uniforme y reducir los tiempos de espera.
Como resumen de todo lo anterior podríamos decir que lo que hacemos es medir y mejorar nuestros procesos para conseguir eficiencia y calidad en nuestros productos.
Es importante considerar que si el Lean Manufacturing está bien aplicado no puede fallar, porque al eliminar esperas y obstáculos siempre mejoramos nuestros procesos y el ahorro inicial se invierte en mejora continua. De hecho la media de las mejoras conseguidas en 40 empresas que han implantado Lean, según una encuesta realizada por el NIST (National Institute for Standars and Technology, USA) es la siguiente:

PARÁMETRO RESULTADO
REDUCCIÓN DE TIEMPOS DE ENTREGA90%
INCREMENTO DE LA PRODUCTIVIDAD50%
MEJORA DE LA CALIDAD80%
REDUCCIÓN DE ESPACIO UTILIZADO 75%
Dado que las primeras mejoras pueden conseguirse en poco tiempo y sin inversión adicional ¿no merece la pena probar?