martes, 24 de junio de 2014

PRODUCTIVIDAD Y CAPACIDAD DE MEJORA

En primera instancia, la productividad de una empresa debiera ser un buen indicador de su capacidad de mejora. Esto es, valores bajos de la productividad se asociarían a importantes márgenes de mejora. Sin embargo, en la práctica, la relación de ambos factores no es tan directa. ¿Dónde reside la complicación? Veamos algunos casos.

En muchas empresas se establece un criterio de remuneración variable en función de la productividad de personas o equipos de trabajo. Según el criterio que se haya adoptado para valorar el trabajo, la productividad puede alcanzar en con bastante frecuencia valores de 133%. En vista de lo expuesto con anterioridad, estos datos de productividad debieran llevarnos a pensar que se está trabajando de forma inmejorable. Esta conclusión puede ser en muchos casos errónea.

Independientemente del sistema de remuneración establecido, es muy frecuente que una empresa que fabrique distintos tipos de productos maneje datos de productividad para cada uno de ellos, en términos de nº de unidades de cada tipo de producto por unidad de tiempo. ¿Cómo puede esa empresa, a partir de diversos datos de productividad, valorar su capacidad de mejora? Es más, aun centrándose solo en un tipo de producto, sabiendo que fabrica, por ejemplo 100 unidades de ese producto en una hora, ¿cómo puede analizar si ese valor puede o debe ser superado?

También pueden surgir interrogantes similares al realizar ciertos estudios de costes. Algunas aplicaciones informáticas desarrolladas a este efecto diferencian entre horas productivas y horas no productivas, entendiendo por estas últimas los tiempos de descanso, tareas de limpieza y mantenimiento, etc. En estos casos, ¿qué límite debe establecerse para el nº de horas no productivas?, y, una vez alcanzado ese valor mínimo, si se mantiene, ¿la empresa cuenta o no con margen de mejora para su productividad? Será difícil hallar una respuesta.

Llegados a este punto, tras considerar los ejemplos mencionados, estaremos tentados a concluir que, en contra de nuestra percepción inicial, la productividad no puede indicar la capacidad de mejora de una empresa. Es preferible no caer en el derrotismo y analizar más a fondo la cuestión.

Como en casi cualquier situación, es muy importante aclarar el objetivo que deseamos alcanzar, pues este nos indicará las formas de proceder para lograrlo.

Si deseamos conocer la productividad global de la empresa para saber cuánto podemos mejorar no será válido ninguno de los sistemas de cálculo que se han expuesto en los casos anteriores, pues estaban enfocados a otros fines, a saber: sistema de remuneración variable, conocer el nº de unidades fabricadas en una unidad de tiempo, o costes de la hora de trabajo en determinados supuestos.

Sin embargo, sí es cierto, que un valor de productividad global bien calculado sí permitiría, además, valorar de forma más fiable tales aspectos.

¿En qué consiste pues ese valor de productividad global? En primer lugar, debemos hacer hincapié en que, como su nombre indica, debe ser un valor global. Es decir, debe indicar no sólo cuántas unidades se fabrican por unidad de tiempo, sino cuántas unidades pasan por todos los procesos de la empresa (recepción de pedido, compras, distribución de materiales, diseño, ingeniería, fabricación, embalaje, expedición, etc.) por unidad de tiempo. En este caso, la cadena es tan fuerte como su eslabón más débil: si se fabrican 1000 unidades en una hora, pero se ha tardado 1 semana en disponer del embalaje adecuado, la productividad ha sido de 1000 unidades en 41 horas (asumiendo semanas de 40 horas laborables).

Una vez obtenido el valor de productividad global, otro aspecto esencial a tener en cuenta es del tiempo total de procesado ¿cuánto tiempo se dedica a actividades con valor y cuánto corresponde a despilfarros tales como: transportes, desplazamientos, esperas, etc.? Una vez identificados y cuantificados los despilfarros se debe proceder a analizar las verdaderas causas de cada uno de ellos (mala disposición en planta, fallos de comunicación, carga de trabajo desnivelada, problemas de calidad, etc.), pues solo de esta forma se puede llegar a una tasación fiable de la capacidad de mejora.