lunes, 4 de febrero de 2013


Kanban: una anécdota personal

Mercedes García Durán. Ingeniero Industrial.
Responsable de Grupo de Investigación de la Universidad de Sevilla
Dpto. de Ingeniería Mecánica y de los Materiales. Escuela Superior de Ingenieros.
efical@eficalingenieria.es

Según un dicho frecuente, la ignorancia es muy osada, y se podría añadir que la juventud le  suele añadir prepotencia. En esas circunstancias nos encontrábamos algunos compañeros de estudios, cuando, en un tiempo ya bastante lejano, un esforzado profesor de Organización de la Producción nos explicó kanban a los alumnos de 4º curso de ingeniería industrial. Tras plantearnos el sistema, nos propuso un caso práctico para simular el funcionamiento y nos dejó reflexionar. En breves minutos todos exclamamos casi al unísono: “¡esto no funciona!” y nos sorprendió mucho observar que nuestro profesor comenzaba a reírse soterradamente, pero con intensidad. E incluso, las malas lenguas difundieron el rumor, nunca comprobado, de que llegó a murmurar: “pobrecillos, ¡qué torpecitos son!”. No nos lo explicó de forma inmediata, si no que nos dejó algunos días cociendo en el caldo de nuestra inquietud, intervalo en el cual, poco a poco, comenzamos a ver la luz. Sospecho que nuestro profesor revivía esta experiencia prácticamente todos los años.

Muchas de las sesiones de formación desarrolladas últimamente nos han hecho revivir aquellos días. Tras analizar los fundamentos de la metodología Lean, presentamos algunas de las técnicas que pueden estar indicadas en determinados casos. Al presentar el sistema kanban es frecuente escuchar a profesionales, de los más diversos niveles y sectores, afirmar: “ha debido confundirse: ¡esto no funciona!”.
El método kanban suele despertar incredulidad y recelos, y quizá por ello mantiene un cierto halo de misterio y a día de hoy sigue siendo una de las entradas más solicitadas en todo tipo de consultas en red, cuando, en realidad, no es tan complejo. Es posible que sigamos aferrados a nuestros planteamientos actuales y no estemos dispuestos a “abrir la mente” y asumir un cambio a nivel tan profundo en nuestro pensamiento.
Es curioso que en muchas ocasiones pretendamos aplicar métodos para mejorar la productividad y eficiencia de nuestras empresas, pero seamos reacios a adoptar nuevos métodos de trabajo porque, en el fondo, sigamos pensando que nuestra forma de trabajar es la más adecuada. 
Si seguimos actuando igual, seguiremos obteniendo los mismos resultados (recordemos la definición de locura de Einstein). Así pues, parece conveniente reflexionar acerca de qué debemos cambiar y cómo.